martes, 30 de marzo de 2010

Jesús en Jerusalén y Tradición Profetica, Lucas 19:28-40

Jerusalén es centro geográfico y teológico para Lucas. El relato de Lucas 4:1-13 muestra como Jesús fue tentado por el diablo. Para Lucas este es el inicio del ministerio de Jesús. Aquí Jesús lleno del Espíritu Santo va al desierto y en una de las tentaciones el diablo lo condujo a Jerusalén (9) y lo colocó en la parte más alta del templo para poner a prueba su confianza y fe en Dios. Con esto Lucas ubica a Jesús en el templo de Jerusalén al iniciar su ministerio rechazando la tentación del Diablo.

Pero miremos las palabras que Lucas pone en boca de Jesús en relación a de Jerusalén. En el Cap. 13: 31-34 Jesús afirma: “Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas”. Esta ciudad que para los judíos era el centro de la presencia de Dios y el lugar donde se concentraba el poder político y religiosa en el templo mata a los profetas e impide que el pueblo se reúna en torno a Dios así como la gallina reúne a sus pollitos bajo sus alas. A pesar de este concepto de Jerusalén Lucas ubica a Jesús de acuerdo a la tradición profética entrando a Jerusalén en la última etapa de su vida antes de la resurrección.

Según Lucas Jesús entró a Jerusalén en un burrito que nadie antes había montado. Lucas resalta la forma como este burrito estaba reservado para Jesús y toma esta imagen de Zacarías 9:9-10. En este texto el profeta anuncia que el rey que los salvara llegara humilde montado en un burrito. Esto lo pone en contraste y afirma que destruirá los carros y los caballos de guerra de los ejércitos de los reyes de Israel para que haya paz y señorío de Dios de mar a mar y hasta los fines de la tierra.

Al leer el texto del profeta y ver el relato de Lucas nos damos cuenta que además de la imagen del rey entrando en burrito a Jerusalén también se incluye el tema de la paz para el mundo que está presente en Zacarías. Aquí Lucas ubica a la gente y a los discípulos reconociendo a Jesús como rey que trae paz para la gloria de Dios. En los otros evangelios en el relato de la entrada de Jesús a Jerusalén no aparece este tema.

Algunos fariseos que conocen la tradición cuando escuchan a la gente diciendo que Jesús es el rey que viene en nombre de Dios le piden que reprenda a los discípulos. Jesús responde que si ellos callan las piedras hablaran. Los textos siguientes muestran a Jesús llorando por Jerusalén y echando a los mercaderes del templo.

Para Lucas Jesús hace parte de la tradición profética que anuncia un rey que trae buenas nuevas de paz a la humanidad y Jerusalén representa la forma como los judíos se han apropiado de Dios concentrando su presencia en un lugar. De esta manera la entrada de Jesús a Jerusalén nos muestra que el proyecto de Dios de paz no será detenido por el poder que se concentra en esta ciudad y en el templo el cual mata a los profetas e impide que Dios reúna a su pueblo así como la gallina reúne a sus pollitos bajo sus alas.

Hoy nosotros tenemos que afirmar esta tradición profética que encarna Jesús. Esta tradición es el evangelio como buena nueva de paz para toda la humanidad. Como Jesús la iglesia tiene que confrontar y desenmascarar a quienes controlan el mundo con la guerra. Tenemos el desafío de anunciar y trabajar por la paz. Muchas veces pensamos que trabajar por la paz es un trabajo difícil que no podemos hacer todos pero hoy está demostrado que una de las cosas que necesitamos hacer para que haya paz es ayudar para que los seres humanos limpiemos nuestros corazones de odio y deseos de venganza.

Nuestro país es un ejemplo que el odio y los deseos de venganza producen más guerra. Llevamos más de 50 años reproduciendo un ciclo de odios y venganzas y ponemos como paradigma de liderazgo a quienes exaltan y proponen la solución de la violencia con más armas y en los grandes ejércitos. Nosotros como iglesia tenemos que contribuir para cambiar esta idea y enseñar que mientras tengamos odio en nuestros corazones no será posible la paz. Tenemos que aportar rompiendo con esta idea anunciando el evangelio como buena nueva de paz para que seamos liberados de estos sentimientos que mantienen la violencia y la guerra.

De esta forma como iglesia anunciaremos y trabajaremos para sembrar paz en cada ser humano que dé frutos de justica y convivencia sin violencia en toda la humanidad y en especial en Colombia donde todos y todas anhelamos esta paz.

Sermón predicado el Domino de Ramos de 2010.
Iglesia Presbiteriana Aposento Alto, Barranquilla

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