jueves, 10 de septiembre de 2009

La Iglesia en Colombia - La realidad que nos interpela

Consciente de la necesidad de escrutar e interpretar permanentemente los signos de los tiempos, la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) dedicó su LXXXVI Asamblea Plenaria realizada entre el 9 al 13 de febrero de 2009 al análisis de la realidad nacional en el campo político, económico, cultural y religioso.

Este análisis fue publicado en un libro[1] que lleva por nombre el titulo de este artículo. A lo largo de sus 240 páginas, este libro presenta una visión de la realidad teniendo presentes los cambios en Colombia y el mundo, así como la globalización y otros fenómenos, se busca en cada una de las áreas identificar hechos y situaciones que interpelan o desafían el trabajo de la Iglesia, para indicar posibles respuestas en términos de criterios y líneas de acción pastoral. El libro también incluye el Pronunciamiento final de esta Asamblea y un glosario que facilita el trabajo.

El libro parte del reconocimiento que una mirada como pastores de la realidad colombiana en la actualidad, con todas sus complejidades, retos y oportunidades, exige una visión de conjunto de la forma como se han entrelazados las distintas áreas del mundo político, legislativo, social, cultural y económico. Creemos que es importante que los cristianos tanto católicos como de otras iglesias de tradición cristiana y en general todos los ciudadanos podamos conocer como está viendo y que está pensando la Conferencia Episcopal de Colombia sobre la realidad del país. Por esta razón a continuamos compartimos algunas partes de este libro.

El análisis parte por reconocer que estamos viviendo en un mundo globalizado y en un momento de fuertes cambios al que llaman cambio de época. En este cambio la revolución tecnológica de la comunicación es un elemento central desde el cual se puede comprender la complejidad de la nueva economía, de la sociedad y cultura que está en formación en este momento. Esta revolución ha planteado una ruptura de los valores sociales existentes hasta hace poco, así como de las pautas de conducta aceptadas colectivamente. Esto se debe a que se han introducidos transformaciones que hacen énfasis en los instrumentos tecnológicos personalizados, en la interactividad y en la interconexión.

En este contexto de revolución tecnológica, las redes son el elemento fundamental que permite la existencia de organizaciones. Hoy es difícil pensar una organización de cualquier orden sin hacer referencia a redes (13). En esta cultura de redes se ha dado un salto enorme en cuanto a la comunicación y al transporte de de la información, de las personas, de los bienes y servicios. Desde el computador en casa se abre un universo enorme de comunidades virtuales a las cuales se puede acceder y pertenecer. La oferta religiosa y sobre todo espiritual no está ausente de ese conjunto de posibilidades.

El concepto de ser humano está cambiando en forma muy acelerada, así como su identidad. En la sociedad-red en la que vivimos la identidad es fundamental para las relaciones. Cuando decimos que queremos transparencia, justicia social, democracia, respeto por los derechos humanos, desarrollo humano y solidario para todos, es necesario preguntarse si los miembros de nuestra sociedad, si nuestros católicos, tienen en su identidad primaria incorporados estos valores y si esa identidad primaria es los suficientemente fuerte para interactuar con otros puntos de vista y otros referentes simbólicos (14).

Según la CEC uno de los aspectos que mas marcan a la sociedad colombiana en este cambio de época y en la formación de una nueva cultura es la ausencia de decisiones y convicciones éticas en un sector muy importante de la sociedad. Algunos prefieren proponer la muerte de la ética y deshacerse de la responsabilidad con un futuro que consideran utópico. Al lado de esto se abren pasos corrientes nihilistas que entran cada vez más con mayor claridad en la escena nacional. Esto es paradójico en un país que tiene una normatividad tan desarrollada y un reconocimiento tan amplio de los derechos humanos, además de una historia marcada por valores claves (15).

Cuando se define la sociedad colombiana actual, hay que reconocer que la atraviesa fundamentalmente una crisis ética que se refleja en la manera como se ha impuesto la mentira como forma de relacionarse, el imperio de una cultura de la ilegalidad, la injusticia aceptada socialmente, la corrupción en sus distintas formas y la indiferencia ante el dolor de las víctimas, además del olvido de las atrocidades del pasado. Hay una verdadera crisis de humanismo en el sentido práctico en la aceptación de los principios que dan fundamento a un pensamiento verdaderamente humanista (16).

Sobre el modelo de desarrollo el libro afirma que el país ha avanzado en la superación de asuntos como el analfabetismo, se ha disminuido la mortalidad infantil, hay mayores oportunidades de acceso a la educación y en los últimos años se dio un crecimiento significativo y positivo de la economía pero Colombia sigue siendo deshonrosamente uno de los países mas inequitativo del mundo y uno de los que tiene mayor concentración de riqueza en el continente latinoamericano. Hablar de iniquidad significa hablar del crecimiento que ha tenido el país, pero al mismo tiempo de la forma como se han quedado relegados enormes sectores de la sociedad (21).

El problema en Colombia no es la disponibilidad de alimentos, como lo es en otras áreas del mundo. El riesgo en el futuro es la subutilización de las tierras aptas para la agricultura: de aproximadamente 21.5 millones de hectáreas útiles, se están cultivando 4.2 millones. En cambio, en ganadería hay una sobreutilización de las tierras aptas. Existe además una serie de conflictos en torno a la tierra por problemas relacionados con el acceso a la propiedad, el despojo de tierras a poblaciones campesinas por parte de grupos armados al margen de la ley, el desplazamiento forzado, la baja productividad y tecnología entre otros. Mientras tanto hay un incentivo importante para la producción de agro combustibles.

En los signos de esperanza se resalta el peso que comienzan a jugar los laboratorios de paz y los programas de desarrollo y paz en los que las Diócesis han estado comprometidas. Estos son una alternativa que integra la cultura de la región, la diversidad de sus habitantes y las potencialidades que puede aportar cada uno (25).

En relación a la cultura la CEC dice que uno de los hechos significativos que caracteriza nuestra sociedad es la existencia de una “cultura de la ilegalidad” o mejor una contra-cultura de los ilegal. Esta expresión se manifiesta en el narcotráfico, y en su impacto en las regiones y en las distintas formas que adopta la corrupción en todos los niveles de la sociedad. El sector judicial no está exento de esta problemática. Según los informes de transparencia por Colombia, la percepción de corrupción en el país es del 74.2%; sin embargo, solo el 2.9% de los entrevistados considera que la corrupción es un problema prioritario para resolver.

Sobre la situación política en el libro se analiza el conflicto colombiano el cual es colocado como uno de los que caracterizaron el siglo XX y está marcado por luchas ideológicas, políticas, el control de los recursos naturales, negocios ilegales y nuevos conflictos. Este ha tenido nuevos escenarios por la aparición de bandas emergentes y nuevos grupos, y la intensificación de la confrontación en algunas regiones con las guerrillas pero al mismo tiempo los golpes militares a la guerrilla alteran el contexto de la confrontación armada en el país.

En cuanto a lo religioso se afirma que la iglesia católica ha jugado un papel fundamental en nuestro país en términos históricos, sociológicos, culturales y, especialmente religiosos, con acompañamiento permanente, sobre todo a los que sufren, a las poblaciones necesitadas y vulnerables, y las victimas, lo que le ha permitido contar con una alta credibilidad en la sociedad. En los últimos años el pluralismo religioso ha crecido. En 1987 el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC) registró la existencia de 36 religiones no católicas y de 16 movimientos religiosos no cristianos en el país. Hoy el ministerio 21 años después, el Ministerio del Interior registra 1.060 grupos religiosos inscritos. La Iglesia Evangélica con mayor número de miembros es la Pentecostal Unida de Colombia con más de 3.000 congregaciones y presencia en todos los departamentos del país.

La presencia de movimientos religiosos ha garantizado que varias iglesias cristianas tengan cargos públicos y conformen a su alrededor partidos políticos que en la actualidad tienen presencia en cargos públicos en el gobierno nacional y local, y en las corporaciones públicas. Se han conformados nuevas instituciones políticas-religiosas en las estructuras del poder a partir de este pluralismo religioso.

Creo que en general el libro nos ayuda con muchos elementos de nuestra realidad y con lectura teológica de los signos de los tiempos que nos hacen reflexionar pero creo que uno de los mayores desafíos surge especialmente cuando menciona la crisis ética o la renuncia a la utopía que vivimos los colombianos. Esto nos debe hacernos preguntar hasta donde las iglesias hemos contribuido con estas crisis ya que la iglesia católica y muchas iglesias protestantes y evangélicas hemos tenido en nuestras manos la educación de gran parte del pueblo colombiano. O para no quedarnos solo en buscar culpables debemos preguntarnos si tenemos la voluntad de revertir esta crisis y aportar en la recuperación del un ser humano ético que respete la vida e incluya el ser honesto, justo y solidario entre los principios que guían la vida personal, comunitaria y social en nuestro país.

Preparado para el OIS

[1] La Iglesia en Colombia. Vol. 2. La realidad que nos Interpela. Conferencia Episcopal de Colombia. Bogotá 2009.

No hay comentarios: